El viento arrastraba el polvo de las calles en el pasaje donde vivia y sentado en la soledad de su jardín de un suelo humedo, tomó conciencia que habían pasado 4 años desde aquel beso amoroso. Fue para él un golpe interno que lo sacudió del sueño en el que había caído. Recordaba los labios, la cavidad de la boca y el gusto del beso compartido.Se frotó los ojos y camino hacia la habitación. Entre cajas de cartón desordenadas, que guardaba debajo de la cama, busco fotos y algunas cartas. Arrodillado, extrajo recortes, imágenes familiares y recuerdos. Pero aquel retrato con la cara de ella sonriente y una gorra que se le caia por un costado, pareció esfumarse.Maldijo su mala suerte y volvió hacia el jardín. Las nubes en el cielo se cruzaban entre sí formando imagenes y el viento que soplaba, las hacia avanzar rapidamente. Volvió a preguntarse por qué después de tanto tiempo aún pensaba en ella. Qué cara tendría y si seguiría usando aquellos aretes grandes fue lo primero que se le ocurrió. Quizás tuviera más de un hijo, pensó.Había perdido la noción de cuando el amor se fue de él para no volver. Entre hojas que volaban y ramas que se sacudían como brazos, tomó la serena determinación que aún en ausencia se podía amar.
Al día siguiente cuando se desperto, se lavo la cara y se afeito como todos los dias. Se sonrió ante el espejo del botiquín. “Este el primer día”, dijo en voz alta, mientras secaba las manos con la toalla.Se prometió que nadie sabría jamás que la seguía amando y, en forma reservada, comenzó a preparar su vida por sí solo el destino le daba la posibilidad de volver a verla. Y si así ocurría, quería que ella se sintiera orgullosa por el hombre que la amó por primera vez.
